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jueves, 18 de febrero de 2010

PENSAR CON LOS OJOS ABIERTOS O EL ABURRIMIENTO CREATIVO


Aburrirse, etimológicamente: sufrir un estado de ánimo producido por la falta de estímulo, diversiones o distracciones; es decir que el no tener con que ocuparse produzca un vacío agobiante.

El niño que no está entretenido dice que se aburre, como quejándose a sus padres. “Papa! Me aburroooo!!” y entonces el padre se horroriza porque se siente en la obligación de entretener a su hijo con una u otra cosa. Deberíamos poder entender que en realidad, el no tener nada que hacer, para un niño es una forma de que empiece a desarrollar su imaginación… imaginación que en los niños parece estar algo paralizada.
Pensar con los ojos abiertos, desde el sofá, el coche o la propia habitación es una oportunidad para desear nuevas cosas o actividades así como para el construir alguna nueva idea u posibilidad.
Cuando el tiempo de los niños está absolutamente programado no puede aparecer el espacio necesario para la improvisación, la angustia o el aburrimiento. Para pensar algo nuevo es necesario sentir que nos falta algo, ya que si todo lo tenemos no necesitamos nada. Si un niño sabe que después del cole tiene inglés, luego deberes, luego ducha tele-cena y a dormir, no siente el vacio necesario para que se pueda producir una innovación.
Un niño que se aburre puede querer ayudar a la madre en la cocina, abrir cuentos o comics, pensar en historias o imaginar como se lo pasará al día siguiente en el cole… y especialmente un niño con tiempo para aburrirse intenta conectarse más a menudo con sus padres debido a que se da cuenta también de que los necesita. Normalmente los niños pasan su tiempo libre viendo la tele, en el ordenador, con consolas varias, estos niños sólo se entretienen con aparatos que funcionan por cable los cuales les ofrecen estímulos externos y de alguna manera anestesian a los posibles estímulos internos que pudieran surgir (me refiero a los pensamientos). Así que si el pensamiento se encuentra diariamente anestesiado al final la costumbre hace que ya no se nos ocurra tener una iniciativa.
En realidad pensar exige de un esfuerzo personal que supone un compromiso. El que piensa se encuentra en la tesitura de tener que justificar lo novedoso de lo que ha dicho. A día de hoy, los niños, se encuentran en unas generaciones denominadas de la comodidad, todos saben lo que deben o tienen que hacer y que no están en el lugar de pensar nada, ya que no se espera eso de ellos. Además, saben que muchos adultos piensan por ellos, ofreciéndoles información ya confeccionada.
El aprendizaje así es ficticio, el pensamiento debiera construirse ofreciéndoles a los futuros adultos la posibilidad de aportar algo nuevo a sus vidas, debemos dejar huecos en la vida de los pequeños, así como también en las nuestras, para que aparezca el aburrimiento y por tanto la necesidad de pensar.


Fuente: Mónica DosilPsicóloga ISEP Clínic Castelldefels

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