Todavía hoy, 8 de marzo de 2010, no podemos hablar de justicia, ni de democracia en los términos que nos gustaría. La igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres no es real, sino una mera palabra hueca, cuya realidad nada tiene que ver con la equidad entre mujeres y hombres. ¡No queremos seguir así!
No queremos que igualdad sea un término vacío de contenido. Pero nos encontramos con esto: con una retórica por parte de muchos y una práctica por parte de pocos. La igualdad no se produce en nuestros salarios. La igualdad no se refleja en nuestros derechos. La igualdad desaparece cuando se trata del reconocimiento de todas nosotras como trabajadoras con los mismos derechos y deberes. ¡No queremos la desigualdad!
No queremos seguir sufriendo la violencia de género, a pesar de
No queremos sufrir la desigualdad, la discriminación, el acoso y tantas otras injusticias en nuestros lugares de trabajo. En el 2004 éramos el 58 % del total de desempleados. Teníamos y seguimos teniendo mayor temporalidad en nuestros contratos y mayor precariedad laboral. Ocupamos menos cargos de dirección o de responsabilidad, que casi siempre ocupan los hombres; o dicho de otra manera, se nos relega a la segunda fila. Nos encontramos con muchas más dificultades que los hombres para encontrar trabajo si tenemos menos de 25 años, si somos extranjeras, si somos madres o si tenemos una discapacidad. ¡No queremos la discriminación!
No queremos promesas insolentes de discriminación positiva y de inclusión de la perspectiva de género en todas las políticas, legislaciones y prácticas, si de verdad no se van a cumplir esas promesas. Conciliar la vida familiar y la laboral no significa que nos reduzcan la jornada de trabajo para poder compaginarla con el trabajo doméstico. No se trata de que nos den algunas horas libres en el trabajo para que seamos nosotras las que carguemos con todo el peso del hogar. Y para ello necesitamos medios que lo hagan posible, como los centros infantiles de
No queremos que se nos aplique ningún patrón de belleza, ni que se compre nuestro cuerpo. No queremos ser excluidas por nuestro aspecto físico o por nuestro origen étnico o racial. Somos asalariadas, becarias, empresarias, trabajadoras domésticas, cuidadoras y muchas más cosas, pero ante todo somos ciudadanas con derechos y deberes que contribuimos al desarrollo de nuestras sociedades. ¡No queremos la exclusión!
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